La nueva normalidad llegó para quedarse, pero la vida sigue y lo importante es asumirla de forma responsable. Y aunque muchas actividades y comportamientos previos a ella cambiaron o están por hacerlo de forma radical, podemos extraer valiosas enseñanzas para los tiempos que corren.
Sentido de comunidad
El confinamiento hizo que nuestro hogar y vecindario fueran el único referente diario. En ese sentido, nuestros vecinos y negocios locales de barrio se volvieron más relevantes que nunca.
Y aunque algunos expertos opinan que estas pequeñas comunidades podrían estar gestando quejas y acusaciones venideras, tal vez prevalezca la solidaridad, la esperanza, el respeto y la unión con nuestros vecinos.
Cuidar la salud de todos
Todos somos vulnerables en la situación actual y por eso, cuidarnos entre nosotros seguirá siendo fundamental. Respetar las normas de bioseguridad, ser solidario a la hora de acudir a eventos masivos y proteger a las poblaciones más vulnerables deberán seguir siendo conductas constantes en la comunidad.
Amigos de la tecnología
El 2020 nos tomó por sorpresa y de repente estábamos encerrados en nuestras casas acompañados de nuestra familia y dispositivos digitales; la tecnología se volvió un miembro más del hogar y la única manera de relacionarnos con el mundo.
Esta relación con apps, plataformas y medios digitales fue para todos y las generaciones jóvenes no tuvieron problemas con entablarlas; sin embargo, los adultos mayores han tenido más inconvenientes y sus familiares han sido el apoyo para entenderlas.
Lo positivo de esta situación es que una generación que no estaba familiarizada con la tecnología ha tenido que ponerse al tanto y aprender a usarla para realizar diversas actividades del día a día que antes eran presenciales.
Y ya que la nueva normalidad modificó hábitos que no volverán a ser los mismos, aplaudimos que todos tengan un mayor acceso a la tecnología como una forma de facilitarnos la vida cotidiana, como por ejemplo el pago virtual de servicios.
Menos consumo de ropa, más comodidad
Durante el 2020, el consumo de ropa descendió. Al trasladar todas las actividades diarias al espacio hogareño, los tacones, trajes y accesorios ostentosos se volvieron irrelevantes; pasar el día en casa obligó a la gente a buscar la comodidad sin perder la sensación de rutina productiva.
¿Lo malo? Las marcas de moda vieron cómo sus ventas se fueron al piso. ¿Lo bueno? Estamos entendiendo que el consumo voraz es innecesario, el medio ambiente agradeció la baja de producción textil, una de las menos sostenibles y más contaminantes del mundo.
El auge de las energías verdes
Con el confinamiento, miles de automóviles, aeronaves y embarcaciones quedaron estacionados y gracias a ello, se redujeron significativamente las emisiones de CO2.
¿Cuál es la reflexión? Que el respiro para el planeta fue necesario y que volver al modelo anterior no nos traerá beneficios como especie. La pandemia puso de manifiesto la crisis ambiental que vivíamos antes de ella y la necesidad de recurrir a energías verdes en reemplazo de las actuales.
El fin de la hora pico
Ahora que miles de empleados no van a la oficina, los grandes desplazamientos desaparecieron y con ellos, la temida hora pico. Con esto se evidenció que muchos trabajos pueden hacerse en casa y se puede prescindir de los espacios corporativos.
Con estas nuevas situaciones, la confianza empresarial creció y con ello se favorecieron ambas partes: las empresas al ahorrar gastos de operación en sus oficinas, y los empleados al contar con espacios de ocio y familia mucho más definidos y de calidad.
El 2020 fue difícil, pero mirándolo en retrospectiva, necesario. Detenernos a pensar hacia dónde vamos y buscar mejorar el camino será bueno para todos. ¡Ojalá lo consigamos!