En Cundinamarca, la energía no solo ilumina hogares, también enciende historias. Desde el cafecito recién molido en los municipios cafeteros hasta las luces que guían a los vecinos por las calles de los pueblos, cada kilovatio es un impulso para vivir, trabajar y soñar. Aquí, en cada rincón, la electricidad conecta a personas, tradiciones y al futuro.
Energía eléctrica en Cundinamarca
En las zonas rurales, la energía transforma la vida cotidiana. Allí donde antes los campesinos dependían del sol y de herramientas manuales, ahora cuentan con electricidad que impulsa herramientas modernas para regar cultivos, conservar alimentos en frío o fortalecer pequeñas industrias agropecuarias. La leche, el queso o la papa hoy llegan en mejores condiciones gracias a estos sistemas.
Además, la energía abre puertas en educación y salud; escuelas rurales ahora acceden a computadores e internet, conectando con el resto del mundo, al mismo tiempo, en los puestos de salud la energía garantiza el funcionamiento de equipos vitales fortaleciendo el cuidado de sus habitantes.
Los retos aún son grandes: llevar electricidad al 100% de los hogares en Cundinamarca implica superar barreras técnicas, climáticas y geográficas. Sin embargo, nuestro compromiso es más grande que las dificultades. Con el programa Cundinamarca al 100 %, ya se han iluminado más de 6.900 familias, y en 2024 se entregó la primera comunidad energética del departamento, donde los propios vecinos fueron capacitados para gestionar su energía y avanzar en conjunto hacia un futuro más sostenible.
“Gracias a la energía, hoy puedo refrigerar los productos de mi finca y venderlos sin preocuparme porque se dañen. Eso significa más ingresos y más tiempo con mi familia”, cuenta Dora Medina, campesina de Chocontá.
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Energía que se siente en cada pueblo de Cundinamarca
En las cabeceras municipales, la energía impulsa la economía local. Desde panaderías que encienden hornos antes del amanecer hasta talleres que reparan motos en la montaña, la electricidad es motor de productividad. Restaurantes y hoteles que reciben turistas también dependen de ella: sin luz, no habría experiencias que mostrarán la riqueza cultural de la región.
Al caer el sol, el alumbrado público llena de vida calles, parques y plazas, convirtiéndolos en escenarios de encuentro para familias y amigos. En los hogares, las luces se encienden mientras se comparte la cena o los últimos programas de televisión del día.
La energía también enciende la identidad cultural. Ferias como la Feria de la Rosa en Zipaquirá, las fiestas patronales en La Vega o los festivales campesinos en Chocontá se viven con toda su magia gracias a la electricidad, que mantiene vivas las tradiciones y fortalece el sentido de comunidad.
Cada kilovatio que fluye por Cundinamarca representa más que un servicio: es tradición, innovación y progreso compartido. En Enel trabajamos para que la energía siga transformando vidas y construyendo un futuro donde nadie se quede atrás.
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